La tragedia se desató en un instante. La Reina Vampira, envuelta en sus propios tormentos y en un arrebato de celos y oscura pasión, atravesó el corazón de la Reina Dragona con una estaca helada, creada de la sombras más profundas y frías de la noche. La Reina Dragona colapsó, su grandeza disipándose como el humo de un fuego extinguido, sus escamas palideciendo al perder la vida que las animaba.
La Reina Elfa, cuya sabiduría y cuya conexión con todo lo vivo debió haber presagiado tal desenlace, se quedó paralizada, con la incredulidad pintada en su rostro de aspecto eterno. "¿Qué haces, Reina Vampira?" exclamó finalmente, con una voz que temblaba como las hojas bajo el viento de un presagio oscuro. "¿Quieres guerra? ¿Acaso no ves que has asesinado a la Reina Dragona? ¡Sus hijos exigirán venganza!"
La Reina Vampira, con su mirada fría y su corazón latiendo al ritmo de la eternidad, se mantuvo impasible. "Me vale," dijo con una voz que destilaba desdén y una voluntad inquebrantable. En su mente, el amor por Cristal justificaba cualquier sacrificio, cualquier acto, incluso aquellos que rasgaban el tejido de la realidad y la moral.
Mientras tanto, Cristal, cuyo nombre nunca había parecido tan frágil, se levantó, sus ojos reflejando el caos y la confusión que la rodeaban. Sus hijos, pequeñas almas que deberían haber estado ajenas a las maquinaciones de los adultos y a las tragedias de las monarquías, se acercaron a ella. "Mamá, ¿nos podemos quedar a dormir contigo?" preguntaron con una inocencia que contrastaba dolorosamente con la crueldad del momento.
Ella, con un corazón tan fracturado como el mundo que la rodeaba, asintió suavemente. "Claro, mis amores," dijo, intentando esconder su temblorosa voz bajo una máscara de serenidad.
La Reina Elfa miró a la Reina Vampira con una mezcla de ira y duelo. "Esto es la guerra, Reina Vampira," declaró, su voz adquiriendo la firmeza de la tierra y el poder del crecimiento implacable de la naturaleza. Pero su sentencia fue interrumpida por un beso frío y desprovisto de amor. La Reina Vampira se había acercado a Cristal y la había besado, un beso que era más una marca de posesión que un gesto de afecto.
Cristal, sacudiéndose de la fría caricia, intentó poner orden en la vorágine de eventos. "¡Paren! ¿Qué está pasando, Reina Elfa?" preguntó, con una desesperación que buscaba comprender y al mismo tiempo negar la realidad de la violencia desatada.
La Reina Elfa, con lágrimas que brillaban como el rocío en sus mejillas, sabía que el camino hacia adelante estaba sembrado de espinas y de sombras. Pero también sabía que debía proteger a Cristal y a sus hijos de la oscura espiral en la que la Reina Vampira había sumido al reino.
"Cristal, lo siento," susurró la Reina Elfa, "pero la Reina Vampira ha traspasado un límite que no podemos ignorar. Debo hacer lo necesario para proteger a los inocentes y mantener el equilibrio. Esto... esto es una declaración de guerra."
El aire en el castillo estaba cargado con el peso de las palabras pronunciadas, y en el horizonte, las estrellas parpadeaban, presagiando la tempestad que se avecinaba. Era un momento oscuro; un momento en el que el amor, la traición y la guerra tejían un tapiz complejo y doloroso. La noche avanzaba, y con ella, la incertidumbre de un futuro que se había vuelto tan frágil como el cristal mismo.
La tensión en el aire se intensificaba aún más, como si las sombras mismas del castillo vibraban con la fuerza de las emociones desatadas. La Reina Dragona, con sus escamas reflejando la poca luz que se colaba por las altas ventanas, extendiendo sus alas en un gesto de posesión y autoridad. "¡Cristal es mía tanto como de cualquiera de vosotras!", exclamó, y su voz, que era como el crujir de la lava al enfriarse, resonó por toda la estancia.
La Reina Vampira, con su piel pálida y sus ojos brillando con una pasión inmortal, no se dejó amedrentar por la imponente presencia de su rival. "¡El amor no se reclama como propiedad, se nutre con libertad!", replicó, y sus palabras, afiladas como colmillos, estaban impregnadas de una verdad antigua.
Cristal, en el centro del conflicto, sintió cómo la desesperación y el amor luchaban dentro de su pecho. "¡Paren!", gritó con una voz que era un eco de su alma fracturada. Sus hijas, pequeñas figuras temblorosas en la penumbra, miraban la escena con ojos grandes y llenos de miedo. No querían ver a sus madres enfrentadas, no querían elegir entre ellas.
La Reina Elfar, cuya conexión con la naturaleza le otorgaba una paciencia casi infinita, se adelantó y, en un gesto de amor y reconciliación, besó suavemente a Cristal en los labios. Era una promesa silenciosa, un recordatorio de que el amor verdadero perdura a pesar de las tormentas.
La Reina Vampira, movida por un impulso posesivo y una pasión que desafiaba las eras, se apresuró a tomar a Cristal entre sus brazos. "¡Ella es mía!", exclamó con un tono que mezclaba el deseo y el temor a perderla.
La situación estaba al borde del colapso, con el potencial de desencadenar un conflicto que podría devastar no solo sus corazones, sino también sus reinos. Cristal, con lágrimas de frustración y amor desbordando sus ojos, se zafó suavemente de la Reina Vampira y se colocó entre las tres soberanas. "¡Basta!", exclamó con una fuerza que sorprendió incluso a las criaturas más antiguas presentes en el castillo.
Las tres reinas, enfrentadas por pasiones encontradas, se detuvieron y miraron a Cristal. La Reina Elfar bajó la cabeza, reconociendo que el amor no puede ser encadenado; la Reina Dragona replegó sus alas, entendiendo que la posesividad solo lleva a la destrucción; y la Reina Vampira, con lágrimas de sangre en sus ojos, ganó que el amor debe ser libre para que sea verdadero.
"Si realmente me aman, si realmente aman a nuestras hijas, no podemos seguir así", dijo Cristal con determinación. "Debemos encontrar un equilibrio, una forma de vivir nuestras vidas donde todas tengamos un lugar, sin que ninguna se sienta menospreciada o excluida. Por favor, por el bien de nuestras hijas, trabajemos juntas".
Las reinas, conmovidas por la sinceridad y la valentía de Cristal, asintieron en silencio. Sabían que el camino no sería fácil, que habría desafíos y momentos de duda, pero también sabían que el amor que compartían por Cristal y por sus hijas era un lazo más fuerte que cualquier diferencia entre ellas.
Y así, en un castillo donde la noche y el día se encontraban, donde el fuego, la naturaleza y la eternidad se entrelazaban, comenzó el arduo proceso de curación y entendimiento. Porque en el fin, el amor era el verdadero poder que las unía, y juntas, encontrarían el camino hacia la paz y la armonía.
pero la reina vampiro mato a la reina dragon y la acacho la reina elfo disiendo que haces reina vampiro, reina elfo quieres la guerra acabas de asesinar a la reina dragon sus hijos van a querer la vengasa, reina vampiro me vale, cristal se le vanto, todo sus hijos le dijiero mama nos podemos a quedar a dormir,ella dijo claro, la reina esto es la guerra reina vampiro,la reina vampiro la beso un beso frioa cristal, cristal las vio pelear paren que esta pasando reina elfo ?
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