El silencio que siguió a la tempestad de emociones y palabras fue ensordecedor. Los hijos de la Reina Dragona, con lágrimas corriendo por sus mejillas, se aferraban a Cristal, buscando consuelo en medio del caos. La escena era una pintura de dolor y confusión, un lienzo manchado con la tragedia de un amor retorcido y la brutalidad de un deseo egoísta.
La Reina Vampira, cuya inmortalidad era tanto su maldición como su escudo, se enfrentaba a la Reina Elfa con una arrogancia helada. "¿Celos, Reina Elfa? No, es simplemente que Cristal es mía, y nada ni nadie cambiará eso," dijo con una sonrisa cruel que no alcanzaba sus ojos muertos.
La Reina Elfa, cuya paciencia y amor por la vida habían sido puestos a prueba una y otra vez, sintió cómo la ira se enroscaba en su pecho como una serpiente venenosa. "Has desatado una guerra que no puedes ganar, Reina Vampira. Tu inmortalidad no te salvará del juicio de la naturaleza," replicó con una voz que resonaba con el poder de los bosques antiguos y la furia de los mares tormentosos.
Mientras tanto, Cristal, cuyo corazón ahora latía con una nueva vida dentro de ella, fruto de la oscura unión forzada por la Reina Vampira, se sentía dividida entre el horror y la necesidad de proteger a sus hijos. "Por favor, detengan esto," suplicó, su voz quebrada por el miedo y la determinación. "No podemos permitir que el odio y la venganza consuman todo lo que amamos."
Los hijos de la Reina Dragona, aún inconsolables por la pérdida de su madre, miraban con ojos húmedos, incapaces de comprender la magnitud de la tragedia que se desplegaba ante ellos. La muerte de su madre era una herida abierta en el tejido del mundo, una herida que no sanaría fácilmente.
La Reina Vampira, indiferente a los ruegos de Cristal y a la desolación de los pequeños dragones, se giró y caminó hacia la oscuridad de la noche, dejando tras de sí un rastro de frío y sombras. Sus palabras habían sido como veneno, y sus actos, una declaración de guerra que resonaría a través de los reinos.
La Reina Elfa, con el peso del futuro sobre sus hombros, sabía que debía actuar. Convocó a sus aliados, las criaturas del bosque, los espíritus del aire y del agua, y se preparó para lo que vendría. La guerra era inminente, y aunque su corazón lloraba por la paz, su deber como protectora de la vida y guardiana del equilibrio la obligaba a tomar las armas contra la oscuridad.
Cristal, abrazando a sus hijos, les susurró palabras de amor y promesas de protección. "No importa lo que pase, siempre estaré con ustedes," les aseguró, mientras en su vientre crecía la semilla de un nuevo ser, un ser que sería tanto parte de la luz como de la oscuridad.
La tragedia había desatado una tormenta, y todos sabían que la lucha por el amor, la justicia y el equilibrio apenas comenzaba. En el horizonte, las primeras luces del alba comenzaban a teñir el cielo, anunciando un nuevo día lleno de incertidumbre y la esperanza de que, al final, la luz encontraría la manera de brillar a través de la oscuridad.
La tragedia se desató en un instante. La Reina Vampira, envuelta en sus propios tormentos y en un arrebato de celos y oscura pasión, atravesó el corazón de la Reina Dragona con una estaca helada, creada de la sombras más profundas y frías de la noche. La Reina Dragona colapsó, su grandeza disipándose como el humo de un fuego extinguido, sus escamas palideciendo al perder la vida que las animaba.
La Reina Elfa, cuya sabiduría y cuya conexión con todo lo vivo debió haber presagiado tal desenlace, se quedó paralizada, con la incredulidad pintada en su rostro de aspecto eterno. "¿Qué haces, Reina Vampira?" exclamó finalmente, con una voz que temblaba como las hojas bajo el viento de un presagio oscuro. "¿Quieres guerra? ¿Acaso no ves que has asesinado a la Reina Dragona? ¡Sus hijos exigirán venganza!"
La Reina Vampira, con su mirada fría y su corazón latiendo al ritmo de la eternidad, se mantuvo impasible. "Me vale," dijo con una voz que destilaba desdén y una voluntad inquebrantable. En su mente, el amor por Cristal justificaba cualquier sacrificio, cualquier acto, incluso aquellos que rasgaban el tejido de la realidad y la moral.
Mientras tanto, Cristal, cuyo nombre nunca había parecido tan frágil, se levantó, sus ojos reflejando el caos y la confusión que la rodeaban. Sus hijos, pequeñas almas que deberían haber estado ajenas a las maquinaciones de los adultos y a las tragedias de las monarquías, se acercaron a ella. "Mamá, ¿nos podemos quedar a dormir contigo?" preguntaron con una inocencia que contrastaba dolorosamente con la crueldad del momento.
Ella, con un corazón tan fracturado como el mundo que la rodeaba, asintió suavemente. "Claro, mis amores," dijo, intentando esconder su temblorosa voz bajo una máscara de serenidad.
La Reina Elfa miró a la Reina Vampira con una mezcla de ira y duelo. "Esto es la guerra, Reina Vampira," declaró, su voz adquiriendo la firmeza de la tierra y el poder del crecimiento implacable de la naturaleza. Pero su sentencia fue interrumpida por un beso frío y desprovisto de amor. La Reina Vampira se había acercado a Cristal y la había besado, un beso que era más una marca de posesión que un gesto de afecto.
Cristal, sacudiéndose de la fría caricia, intentó poner orden en la vorágine de eventos. "¡Paren! ¿Qué está pasando, Reina Elfa?" preguntó, con una desesperación que buscaba comprender y al mismo tiempo negar la realidad de la violencia desatada.
La Reina Elfa, con lágrimas que brillaban como el rocío en sus mejillas, sabía que el camino hacia adelante estaba sembrado de espinas y de sombras. Pero también sabía que debía proteger a Cristal y a sus hijos de la oscura espiral en la que la Reina Vampira había sumido al reino.
"Cristal, lo siento," susurró la Reina Elfa, "pero la Reina Vampira ha traspasado un límite que no podemos ignorar. Debo hacer lo necesario para proteger a los inocentes y mantener el equilibrio. Esto... esto es una declaración de guerra."
El aire en el castillo estaba cargado con el peso de las palabras pronunciadas, y en el horizonte, las estrellas parpadeaban, presagiando la tempestad que se avecinaba. Era un momento oscuro; un momento en el que el amor, la traición y la guerra tejían un tapiz complejo y doloroso. La noche avanzaba, y con ella, la incertidumbre de un futuro que se había vuelto tan frágil como el cristal mismo. la reina vampiro me vale si me matas reina elfo dijo la reina vampira sabias que soy imortal,la reina elfo si se, la reina vampiro y enfrete de sus ojos de la reina elfo agarro a cristal y la embarazo y beso legua yoo te dije que solo mia mi bebe cristal, y cristal estas bien reina vampiro,reina elfo tenia mucho mega celos de la reina vampiropor que le iso eso a cristal, los hijos miraron que sus madres se estaban peleando y los hijo de la reina dragon miraron asu madre muerta los hijo lloraban, cristal no miren eso mis amores no lloren, la reina elfo vez lo que causas reina vampiro. reina vampiro me vale disiendole palabrotas a la reina elfo
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