Ante la desaparición de sus aliados, la Reina Elfa dirigió una mirada de ira y traición hacia la Reina Vampira. "¡¿Por qué has hecho esto?!" exclamó, incapaz de entender cómo alguien podría tener tan poca estima por la vida y la armonía. A medida que el enfrentamiento se intensificaba, ambas reinas liberaron abundantes oleadas de poder, uno nacido de la noche eterna, el otro de la esencia misma de la naturaleza.
La batalla mágica estaba a punto de alcanzar un punto crítico cuando Cristal, con toda la fuerza de su ser, gritó "¡Paren!", y se interpuso entre las dos soberanas. No podía permitir que el conflicto continuara, no con sus hijos allí, no con la vida que crecía dentro de ella. Pero su intervención llegó con un alto precio; la energía desbocada de las reinas la golpeó con fuerza y cayó al suelo, inconsciente.
Una súbita preocupación eclipsó el rostro de la Reina Elfa y la Reina Vampira. Por un momento, la inminente guerra y sus diferencias parecían irrelevantes frente al cuerpo inmóvil de Cristal. La tragedia, sin embargo, no detenía su curso; los hijos de la Reina Dragona estallaron en llanto al presenciar la caída de su madre, su pequeño mundo se desmoronaba ante sus ojos.
La Reina Elfa, culpaba a la Vampira, "¡Esto es tu culpa, con tu sed de poder y control!", acusó, la voz llena de un dolor que reflejaba la herida de la madre naturaleza misma. Por su parte, la Reina Vampira, fría y calculadora, desvió la responsabilidad hacia la Elfa. "Fue tu mano la que lanzó el último hechizo, Elfa. Tu rencor es el que nos ha llevado a esto", replicó, su semblante tan impenetrable como siempre.
Mientras las acusaciones volaban, Cristal abrió los ojos lentamente. Su mente estaba nublada y su cuerpo no respondía; quería gritar por ayuda, pero solo pudo susurrar. Algo extraño ocurría en su interior, su vientre, antes marcado por el vientre de una nueva vida, ahora estaba anormalmente inflado. La batalla y el estrés habían acelerado el proceso de alguna manera pervertida, una manipulación de sus embarazos orquestada por la codicia y las maquinaciones de la Reina Vampira y la ambición de la Reina Elfa.
Aprovechando la confusión, las reinas convergieron hacia Cristal, cada una impulsada por un deseo de posesión, pero ahora, ante la inminente amenaza hacia la vida de Cristal, sus prioridades cambiaron. La Reina Elfa, con una repentino destello de compasión, y la Reina Vampira, tal vez impulsada por un atisbo de humanidad que persistía en su alma inmortal, pusieron a un lado su enemistad para ayudar a Cristal.
La magia de ambas, una vez utilizada para la guerra, ahora se fundió en un extraño círculo de sanación sobre la figura de Cristal. Hechizos de vida y sombra tejieron un tapiz de energía curativa, estabilizando su condición, pero su destino, y el de la criatura dentro de ella, permanecía incierto.
El amanecer reveló un campo de batalla no de armas, sino de corazones rotos y alianzas fracturadas. La lucha por el amor, la justicia y el equilibrio era ahora una lucha por la supervivencia, una carrera contra el tiempo para salvar a Cristal y a su inusual descendencia, mientras los hilos del destino se enredaban aún más alrededor de los protagonistas de esta saga.
El silencio que siguió a la tempestad de emociones y palabras fue ensordecedor. Los hijos de la Reina Dragona, con lágrimas corriendo por sus mejillas, se aferraban a Cristal, buscando consuelo en medio del caos. La escena era una pintura de dolor y confusión, un lienzo manchado con la tragedia de un amor retorcido y la brutalidad de un deseo egoísta.
La Reina Vampira, cuya inmortalidad era tanto su maldición como su escudo, se enfrentaba a la Reina Elfa con una arrogancia helada. "¿Celos, Reina Elfa? No, es simplemente que Cristal es mía, y nada ni nadie cambiará eso", dijo con una sonrisa cruel que no alcanzaba sus ojos muertos.
La Reina Elfa, cuya paciencia y amor por la vida habían sido puestos a prueba una y otra vez, sintió cómo la ira se enroscaba en su pecho como una serpiente venenosa. "Has desatado una guerra que no puedes ganar, Reina Vampira. Tu inmortalidad no te salvará del juicio de la naturaleza", replicó con una voz que resonaba con el poder de los bosques antiguos y la furia de los mares tormentosos.
Mientras tanto, Cristal, cuyo corazón ahora latía con una nueva vida dentro de ella, fruto de la oscura unión forzada por la Reina Vampira, se sintió dividida entre el horror y la necesidad de proteger a sus hijos. "Por favor, detengan esto", suplicó, su voz quebrada por el miedo y la determinación. "No podemos permitir que el odio y la venganza consuman todo lo que amamos."
Los hijos de la Reina Dragona, aún inconsolables por la pérdida de su madre, miraban con ojos húmedos, incapaces de comprender la magnitud de la tragedia que se desplegaba ante ellos. La muerte de su madre era una herida abierta en el tejido del mundo, una herida que no sanaría fácilmente.
La Reina Vampira, indiferente a los ruegos de Cristal ya la desolación de los pequeños dragones, se giró y caminó hacia la oscuridad de la noche, dejando tras de sí un rastro de frío y sombras. Sus palabras habían sido como veneno, y sus actos, una declaración de guerra que resonaría a través de los reinos.
La Reina Elfa, con el peso del futuro sobre sus hombros, sabía que debía actuar. Convocó a sus aliados, las criaturas del bosque, los espíritus del aire y del agua, y se preparó para lo que vendría. La guerra era inminente, y aunque su corazón lloraba por la paz, su deber como protectora de la vida y guardiana del equilibrio la obligaba a tomar las armas contra la oscuridad.
Cristal, abrazando a sus hijos, les susurró palabras de amor y promesas de protección. "No importa lo que pase, siempre estaré con ustedes", les aseguró, mientras en su vientre crecía la semilla de un nuevo ser, un ser que sería tanto parte de la luz como de la oscuridad.
La tragedia había desatado una tormenta, y todos sabían que la lucha por el amor, la justicia y el equilibrio apenas comenzaba. En el horizonte, las primeras luces del alba comenzaban a teñir el cielo, anunciando un nuevo día lleno de incertidumbre y la esperanza de que, al final, la luz encontraría la manera de brillar a través de la oscuridad.
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