Crepúsculo Carmesí: El Embarazo Vampírico de Dayra
Dayra caminaba por las calles desiertas, la oscuridad la envolvía, pero no sentía miedo. La noche era su refugio, su lugar mágico donde las preocupaciones del día a día no podían alcanzarla. Su cabello castaño claro se mecía al ritmo de la brisa nocturna, y sus ojos verdes escudriñaban el horizonte, buscando algo que ni ella misma podía describir.
En esa búsqueda incesante, sus ojos se cruzaron con los de una figura enigmática, una chica de una hermosura que cortaba el aliento. Algo en su presencia era magnético, irresistible. Dayra no pudo evitar sentir una atracción instantánea. Pero antes de que pudiera decir una palabra, la figura giró, y con una velocidad sobrenatural, la mordió.
Sobresaltada, Dayra se despertó. "Un sueño", pensó al instante, pero una extraña sensación la invadía. Miró hacia abajo y vio su vientre notablemente abultado. Confusión, miedo y un sinfín de preguntas la asaltaron. ¿Cómo era esto posible?
Con el corazón acelerado, se dirigió a la escuela, intentando ocultar su embarazo repentino bajo la ropa holgada. Los comentarios y burlas de algunos compañeros le hicieron comprender que no sería fácil esconder su estado por mucho tiempo.
Fue entonces cuando la vio de nuevo, a ella, la vampira, Paulina. Su saludo fue una mezcla de cortesía y seducción. "Estás linda hoy", dijo Paulina, y Dayra apenas pudo agradecerle, aún impactada por la revelación de su cuerpo.
La tensión creció cuando las matonas del salón, lideradas por Valentina, la novia de Dayra, la empujaron, provocando que cayera y sus labios se encontraran accidentalmente con los de Paulina. El beso fue intenso y lleno de una pasión desconocida para Dayra, un beso que llevaba la marca de la sed de vampiro.
Valentina, celosa y confundida, cuestionó a Dayra sobre su apariencia más robusta. Dayra, desesperada por explicar la inexplicable situación, la llevó a un salón abandonado para hablar en privado.
Paulina, la vampira, seguía sus movimientos desde las sombras, observando con una sonrisa que ocultaba secretos milenarios.
Dayra, entre sollozos, confesó a Valentina que estaba embarazada. Valentina, herida y enojada, interpretó mal la noticia y acusó a Dayra de haberla engañado. "Te acostaste con otra, no mames amor", gritó, terminando su relación en ese mismo instante.
Fue en esa tormenta de emociones cuando Paulina apareció, besando a Dayra con una pasión ardiente y con un sabor metálico en sus labios que recordaba a la sangre.
La confrontación escaló rápidamente. Valentina, movida por los celos y la ira, empujó a Paulina, pero esta respondió con una fuerza sobrenatural, lanzando a Valentina lejos con un golpe devastador.
Dayra, en shock, apenas pudo formular palabras. "¿Por qué?", logró preguntar entre lágrimas y confusión.
Paulina, con una calma estremecedora y una sonrisa que revelaba colmillos afilados, respondió: "Porque yo soy la madre de tu bebé."
La verdad era tan insondable como la noche misma. Dayra se encontraba ahora en el centro de un torbellino emocional, un embarazo místico y una ruptura dolorosa. La historia de Dayra, la humana, y Paulina, la vampira, acababa de comenzar.