El Amor Prohibido de la Diosa Cristal
En un reino etéreo donde los dioses moraban, una figura de esplendor inigualable destacaba entre todos. La Diosa Cristal, así la llamaban, era la encarnación de la belleza más pura y resplandeciente. Su cabello, más largo que los ríos de la eternidad, brillaba con un blanco inmaculado que parecía teñido por la misma luz de las estrellas. Sus ojos, dos diamantes vivientes, reflejaban la vastedad del cosmos, y su piel, blanca como la misma luna, era suave como el terciopelo de los cielos.
Todos los dioses la admiraban, la deseaban, y su amor por ella era tan profundo como el abismo del tiempo. Pero la Diosa Cristal tenía un corazón que latía al compás de un amor diferente. Su corazón pertenecía a las mujeres, y fue así como sus ojos se posaron en una que era su antítesis, la Diosa de la Oscuridad.
La Diosa de la Oscuridad, una entidad de misterio y encanto, envuelta en la seducción de las sombras, no era menos deslumbrante. Su belleza era una sinfonía de la noche, una melodía que se deslizaba entre los susurros del crepúsculo. Entre ellas nació un amor prohibido, un lazo que desafió las leyes ancestrales de los dioses.
Una tarde, en la que el cielo jugaba con los colores del ocaso, la Diosa de la Oscuridad se acercó a Cristal y, en un acto de pasión y osadía, selló sus labios con un beso. Un beso que fue el comienzo y el fin, un beso que era más que un simple roce de labios, era la unión de dos almas, dos esencias divinas que se entrelazaban en una danza eterna.
Pero el amor entre deidades no siempre es celebrado. Cuando los dioses descubrieron el romance entre Cristal y la Diosa de la Oscuridad, el pánico se apoderó del Olimpo. Temerosos de las consecuencias de tal unión y de la ira que podría despertar en otros dioses, decidieron tomar medidas drásticas. La Diosa Cristal fue desterrada, expulsada de su reino celestial y condenada a reencarnar como humana, despojada de su divinidad pero no de su título, la Diosa del Mundo.
Y así fue como Cristal descendió a la tierra, con su belleza inalterada y una magia que, aunque disminuida, aún era vasta y poderosa. Su corazón, sin embargo, estaba roto. La separación de su amada la había dejado con un vacío que ni siquiera su nueva vida como humana podía llenar. Pero su espíritu no estaba completamente derrotado.
En su forma humana, Cristal era superlativamente hermosa, un punto de luz en un mundo de sombras, y su magia, aunque oculta, era un susurro de su antigua gloria. La gente se sentía atraída por ella, como mariposas a una llama, y aunque no recordaban su divinidad, sabían que había algo en ella que era más grande que la vida misma.
Con el tiempo, Cristal aprendió a caminar entre los mortales y a manejar su magia con discreción. Mientras tanto, la Diosa de la Oscuridad, desde su trono en las sombras, observaba a su amor perdido, buscando la manera de reunirse con ella. A pesar de su destierro, el vínculo entre ellas no se había roto, y la esperanza de un reencuentro seguía viva.
La historia de la Diosa Cristal se convirtió en leyenda entre los mortales, un cuento de amor y pérdida, de belleza y poder. Y aunque ella caminaba sola, su corazón guardaba el secreto de un amor eterno, un amor que desafió a los mismos dioses, un amor que aguardaba su momento para renacer de las cenizas de la traición y florecer una vez más en la oscuridad y en la luz.