Cartas Descubiertas: La Conexión Oculta de Abigail y Dayra
La situación se tornaba cada vez más intensa entre Abigail y Dayra. Abigail, con el corazón palpitante y las mejillas ardientes, había reunido el valor para declararse a Dayra, la chica que parecía inalcanzable. Dayra, por su parte, guardaba un secreto: ella también sentía algo por Abigail, pero el miedo al qué dirán la retenía. "Lo siento", fueron las únicas palabras que pudo articular cuando Abigail le reveló sus sentimientos.
El rechazo fue una daga en el corazón de Abigail. Se dejó llevar por la frustración y comenzó a enviar cartas a Dayra, cartas que reflejaban su deseo ardiente y su enojo por la manera en que había sido despedida. Dayra las recibía con manos temblorosas, ocultando el sonrojo que cubría su rostro. No quería admitirlo, pero en la soledad de su habitación, releía esas palabras, sintiendo una mezcla de miedo y fascinación.
Las risas y los cuchicheos en el salón no se hicieron esperar cuando la noticia de la declaración de Abigail se esparció. "¿Abigail se declara a una chica que ni le gustan las chicas? ¡Jajaja!", se burlaban sin piedad. Dayra sentía cada risa como una aguja en su corazón, sabiendo que ella sí correspondía a esos sentimientos, pero también temiendo ser el blanco de esas burlas.
La acosadora Abigail, sin embargo, no se daba por vencida. Observaba a Dayra desde la distancia, memorizando cada uno de sus movimientos, cada gesto, cada sonrisa. Dayra, consciente de esa mirada incesante, finalmente decidió actuar. Le envió una carta a Abigail, un mensaje simple pero directo: "Te veo en el salón sola".
Cuando se encontraron, la tensión era palpable. Abigail, impulsada por un huracán de emociones, se lanzó hacia Dayra y la besó apasionadamente. Dayra quedó paralizada por un momento, sorprendida por la intensidad del beso, pero luego, con su voz temblorosa y suave, susurró, "Lo siento por rechazarte. Lo siento... tú sabes que te quiero. Siempre me mandas cosas... turbias, pero... bueno." Dayra estaba confirmando lo que Abigail siempre había sospechado: el amor era correspondido, pero había obstáculos que todavía tenían que superar juntas.
El beso fue un punto de inflexión, un momento de revelación en el que las máscaras cayeron y las verdaderas emociones salieron a la luz. Abigail y Dayra, ahora conectadas por la vulnerabilidad compartida y una atracción indiscutible, tendrían que enfrentarse a los desafíos de su entorno y a los propios miedos que las habían mantenido separadas. La historia de Abigail y Dayra estaba lejos de terminar, pero una cosa era cierta: ya no podrían esconder lo que verdaderamente sentían la una por la otra.